Al ver un sinfín de prácticas para con el poder, su tenencia y acciones encaminadas a conquistarlo o quitarlo, me queda la satisfacción de poder observarlo bien y tener un mínimo de reflexiones, para que otros me vean como un tipo que tiene algo que decir, al respecto.
De una y otra corriente se enfrentan personas en la esfera política
–politofera la he llamado yo-, con el afán de estar en poder de un ejercicio de
coacción y deliberación, al mismo tiempo, con sus pares iguales y opuestos.
Las convicciones son sus propias realidades y el
entendimiento del pasado fijo, el presente móvil y el futuro fluctuante.
Utilizando sus capacidades cognitivas y de discernimiento, utilizan las
mecánicas que hay para ejercer el derecho a laborar, gestionar, parlar, debatir
y votar en los ambientes creados para que estas prácticas se puedan llevar a
cabo.
Con grandilocuencia se ha desarrollado la política en mi
país, hasta que llegaron las personas de la renovación y un contingente, mayor,
de la revolución. Siendo que, desde el retorno a la democracia, los debates y
votaciones tenían sus condicionantes por la vía de la estructura y la
nomenclatura. Esas condiciones parecieran ser que son insustanciales, en el
presente.
En estos tiempos, 2021, el escenario de los enfrentamientos
en las esferas de la política se han visto corregidos o torcidos, dependiendo
aquello de la visión de uno u otro sector que busca el control del poder. En
donde esa prosopopeya acostumbrada a embaucarnos, ha sido reemplazada por la
hilarante y burlesca alocución que nos enrostra el vano ejercicio de la
tenencia del poder.
Poderes van y poderes vienen. Se pierde, corrige o
perfecciona su tenencia cuando el mismo poder es investido de control, mesura y
refinamiento; sin embargo, eso no se está viendo y la esfera política es la
antesala que emite una transmisión degradante, la cual ha sido reaccionaria por
el decoro que antes se llevaba y mantenía una aberrante comparsa.
Es importante definir los poderes –de donde sean, emanen,
manifiesten, etc.- y darles auto gestión, para que no se tuerzan a favor ni en
contra de la interpretación de los detentadores del poder. El fin no es la
degradación, sepultación o extinción; por el contrario, debe ser la toma de
razón, el encapsulamiento, sentencias y perfeccionamiento.
El poder, en sí mismo, llevado a una condición insustancial
que solo se manifiesta a la hora de la coacción, nos tendrá en un eterno debate
que puede degradarse y dar paso a los ajusticiamientos inicuos; encontrados por
cualquiera que busque la capacidad de obligar o someter al otro a su voluntad,
individual o colectiva. Sí, esa que ahora se está dando en los debates y
alocuciones, sesgados por las realidades y el entendimiento del pasado fijo, el
presente móvil y el futuro fluctuante, que se manifiesta en la politosfera.